Exposición individual "Camino a ninguna parte" museo Vázquez Díaz. Nerva

Camino a ninguna parte, o lo que es lo mismo,  andar ninguna pretensión. El arte, igual que la vida, es un camino a ninguna parte...  caminas, sin saber muy bien donde vas a llegar... y de eso precisamente quiero hablar con este proyecto expositivo: de un camino, de un recorrido, de una trayectoria...

Es muy importante para mi que este proyecto se haga en un marco tan especial como Nerva y en un año tan decisivo en mi vida personal. Es un año importante y por este motivo, cuando se me propuso, decidí que, de alguna forma, el proyecto debía tener un carácter vital y reflexivo. Por eso, la exposición está montada de manera que vemos un recorrido artístico a lo largo de mi trayectoria, en un punto en el que me detengo, reflexiono y analizo el discurso que mueve a mi obra en los últimos años.

Mi último proyecto, titulado TO BE, expuesto simultáneamente en dos ferias de arte el año pasado (Blurfair en Sevilla y Marte en Castellón) surgía de esa reflexión que ya venía haciendo sobre mi obra y esa inquietud que me obligaba a hablar sobre el espacio y mi relación directa con la práctica artística. 

Lo llamé TO BE porque traducido al castellano, hace referencia tanto a ser como a estar. Es decir, un juego de palabras que yo misma reinterpreté como lo que soy o lo que siento que soy, en función de donde estoy o el lugar que habito. Partiendo de la idea de cómo somos determinados y cómo se condicionan nuestros pensamientos, dependiendo del lugar en el que te encuentras; TO BE, analiza cuál es el papel que juego como artista y mi relación con la experiencia afectiva en las prácticas del espacio y la creación artística; y entonces en este proceso, se define un paisaje configurado según mis pensamientos.

Con este proyecto, basado en pequeños collages y mini instalaciones, me aparto de alguna forma de la pintura porque surge una necesidad de generar una visión material, en la que la manipulación del objeto y la configuración del espacio sea real. Esos códigos de la tridimensionalidad engañosa de la pintura, ahora trascienden a una dimensión mucho más amable que me posibilita desarrollar un discurso en torno al espacio y relacionarlo con el espacio en sí. 

Me interesa muchísimo esa visión de un paisaje no definido y la reflexión sobre la posibilidad de apropiarme de este entorno con carácter vivo y capacidad de mutar. Y es quizás, esa visión del paisaje desde un punto de vista no convencional, o donde las estructuras preestablecidas se rompen, la que realmente me motivan a generar un discurso sobre la forma en la que el espacio se configura en la medida en la que el individuo lo explora, y del mismo modo, el individuo, a su vez, es determinado por las formas de dicho espacio. 

El espacio como lugar donde suceden cosas, el espacio como marco crítico de la sociedad que lo habita, el espacio como escenario teatral donde se generan las diferentes formas de identificación social, el espacio como detonante de nuestra experiencia. 

No obstante, ya tenía proyectos anteriores como Esa silla, ese rincón, mi universo (exposición individual en la Galería Mª Nieves Martín, 2012) o Sobre mi extravagante escenario (exposición individual en la sala Sotano2 de la facultad de Bellas Artes de Sevilla, 2011) donde el paisaje apenas se dejaba ver por alguna ventana. Estas son las obras más antiguas, ahí el espacio, únicamente habitado por sillas, se traducía a leves perspectivas que dibujaban un espacio íntimo, interior, que reflexionaban sobre la poética del espacio a la que hacía referencia Gaston Bachelard en su libro, en el que buscaba la relación del individuo con el mundo. En este caso, el espacio como contenedor de sueños y recuerdos y es, quizás, esa visión tan onírica del espacio la que cautivaba en ese momento.

El único nexo común en la representación de paisajes o interiores de casas, es que todos estos lugares siempre se presentan inhabitados, a pesar de ese discurso intrínseco y esa necesidad de hablar de lo habitado y humanizable, pues las obras no están habitadas por ningún personaje. Quizás, esta función, a veces, viene determinada por la silla. Decía Esther Ferrer que: Cuando ves una silla siempre ves una persona inmediatamente; no es como otro mueble cualquiera, yo puedo ver una mesa, un armario... otros elementos de la casa sin que forzosamente me reporte a la humanidad, en cambio, una silla siempre.

La silla ha estado presente en muchas de mis obras, en un proceso de observación y reflexión ante el objeto; un objeto fácilmente reconocible con un significado inherente que te provoca quietud, calma, descanso, sosiego... la silla se apropiaba del espacio, conectando lo sentimental con lo cotidiano.

Partiendo de esos espacios o escenarios habitados únicamente por sillas de mis primeros años, surge, de manera casi innata, una necesidad de derribar los muros para dar paso al paisaje del que hacía referencia anteriormente... quizás muy ligado también a mi vida personal, porque coincide con los años en los que me cambio de casa y me voy a vivir a la periferia. Y este paisaje lo encontré en el borde de las ciudades, un entorno en continuo crecimiento y expansión. Que ahora, tras la crisis y el boom inmobiliario lo han convertido en un escenario que se ha generado con carácter de suburbio y una estética de collage, donde se superponen edificios nuevos o semi-construidos, escombreras, materiales de construcción abandonados... El margen entre lo rural y lo urbano se ha convertido en un paisaje distorsionante con imágenes visualmente atractivas, donde conviven en perfecta armonía lo marginal y lo idealizado, conectando lo bucólico con la vida urbana.

Este recorrido casi narrativo de mi obra hace plantearme muchas cuestiones  y a reflexionar sobre conceptos opuestos como la construcción y la destrucción, lo interior y lo exterior, lo banal y lo trascendental... conceptos intimamente relacionados con la vida que se convierten en un bucle caótico a merced del pensamiento y, por supuesto, del espacio.























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